Editorial 3: Una firma vale más que mil palabras

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El ser humano por educación, costumbre o cultura se ha empeñado en buscar la solución a todas sus emociones erróneamente, en las circunstancias que la vida le va poniendo va desarrollando una capacidad impresionante de reacción debido a todas las repercusiones que han tenido en cada una de sus experiencias que lo llevan a justificar su actuar, en vez de tomar consciencia sobre lo que ha estado provocándolo, de esta manera va generando nuevamente más emociones, envolviéndose en un círculo de actuar, emoción, actuar, emoción… Sin prestar atención a la raíz que es el origen real de lo que siente.

¿Qué tanto vale la palabra? ¿Qué tanto vale nuestra palabra? En estos momentos habrá quién afirme que poco, ya que parecería que en varios ámbitos de la vida todo puede ser relativo. No en el que involucra nuestra actividad profesional.

En muchas ocasiones nos piden que entreguemos información y que manifestemos, bajo protesta de decir verdad, que todo lo que decimos es cierto. Pero, ¿qué implica realmente esa firma? A final de cuentas, sería muy sencillo modificar o embellecer lo plasmado, y podemos caer en la tentación que esas sirenas encantadoras nos pueden susurrar al oído; sin embargo, esa firma no solamente es una manifestación de algo que sea verdad, sino que está ahí incrustado tanto nuestro prestigio personal como el profesional.

Más aún, no sería ufano afirmar que, en esa firma, está el refrendo del pasado, la situación del presente y la esperanza del futuro de nuestra institución.

Álvaro Pulido Quintanar

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